Las cinco vías (ver Suma Teológica, 1, q2, a3):
- Introducción
- Primera vía: Se funda en el movimiento
- Segunda vía: Se basa en la causalidad eficiente
- Tercera vía: Se fundamenta en la contingencia de los seres
- Cuarta vía: Considera los grados de perfección que hay en los seres
- Quinta vía: Se toma del gobierno del mundo
Desde la Biblia
- Conocimiento de Dios por medio de la creación
- Conocimiento de Dios por los grados de perfección
- El testimonio de la conciencia
La experiencia de Dios
Vivimos en un mundo marcado por la cultura de muerte. Las constantes
manifestaciones de rupturas con uno mismo como soledad, tristeza, sin
sentido, búsquedas desenfrenadas de falsas seguridades; las rupturas con
los demás traducidas en violencia, delincuencia, terrorismo, guerras,
entre otras; no tienen otra causa que la ruptura fontal con Aquel que
nos creó y nos conoce plenamente, Dios mismo. El anhelo de infinito que
cada hombre experimenta en lo más profundo de su corazón se ve
traicionado al cerrarle la puerta al Único que puede saciar esa
nostalgia de eternidad.
En la historia de la humanidad siempre han estado aquellos que niegan
explícitamente a Dios, los denominados ateos; otros que crean dioses a
sus medidas trayendo como consecuencia visiones reducidas de Dios, como
por ejemplo: los deístas, los panteístas, los idealistas kantianos, etc.
En nuestros días percibimos -por el avance del secularismo- la ausencia
de Dios en las estructuras de nuestra sociedad, una sociedad que termina
poniendo a Dios "entre paréntesis", regida por un estribillo cada vez
más común: "si Dios no está en mi vida práctica y no tengo como probar
si existe o no existe, entonces no me interesa".
Ante este panorama, los católicos enfrentamos la urgencia de hacer una
opción clara y decidida por anunciar con sólidos argumentos que Dios sí
existe y está muy cerca de cada uno de nosotros.
El hombre puede llegar al conocimiento de Dios de muchas maneras. Todas
ellas responden tanto a la capacidad natural de la inteligencia humana
de conocer la existencia de Dios, como a la Revelación divina que nos
ofrece de El un conocimiento sobrenatural.
Por ello, seguidamente señalaremos los principales postulados que nos permiten afirmar que Dios existe, es real y es cercano.
Empezaremos con las cinco vías que Santo Tomás de Aquino desarrolló hace
más de 700 años para demostrar la existencia de Dios, desde un conocimiento a posteriori,
es decir una manera de aproximarse a la realidad divina desde la
experiencia sensible, que va de lo conocido a lo desconocido, de lo
sensible a lo espiritual, de los efectos a la causa suprema.
1) Es innegable, y consta a nuestros sentidos, que hay cosas que se
mueven, es decir, que cambian. No se trata sólo del movimiento en
sentido físico (locomoción), sino en sentido metafísico, es decir, como
paso de la potencia al acto (cambios de una condición a otra, de un ser a
otro, etcétera).
2) Pues bien, todo lo que se mueve, cambia, muda o transforma es movido
por otro, ya que nada se mueve más que cuando está en potencia respecto a
aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en acto,
ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al
acto, y esto no puede hacerlo más que lo que está en acto. Por ejemplo,
el fuego hace que un leño -que está caliente sólo en potencia- pase a
estar caliente en acto. Pero no es posible que una misma cosa esté, a la
vez, en potencia y en acto respecto a lo mismo, sino en orden a cosas
diversas. Es imposible que una misma cosa sea, por lo mismo y de la
misma manera, motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma.
Por consiguiente, todo lo que se mueve es movido por otro.
3) Pero, si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que
lo mueva un tercero, y a éste otro. Mas no se puede seguir
indefinidamente, porque así no habría un primer motor, y, por
consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no
mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo
mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano.
Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie.
4) Este primer motor que no es movido por nadie es el que todos entienden por Dios. Luego Dios existe.
1) Nos consta por experiencia que hay en el mundo sensible un orden
determinado entre las causas eficientes, pues están subordinadas
esencialmente entre sí para la producción de un efecto común.
2) Pero no se da, ni es tampoco posible, que una cosa sea causa de sí
misma, ni en el orden del ser ni en el de la operación, pues en tal caso
habría de ser anterior a sí misma, y esto es imposible.
3) Ahora bien: esa serie de causas eficientes, subordinadas
esencialmente entre sí, no se puede prolongar indefinidamente, porque
siempre que hay causas eficientes subordinadas, la primera es causa de
la intermedia, y ésta causa de la última. Cada una de estas causas actúa
por influjo de las causas que la preceden. Y así tenemos que, suprimida
una causa se suprime su efecto. Por consiguiente, si no existiese una
causa primera, tampoco existiría la intermedia, ni la última. Si, pues,
se prolongase indefinidamente la serie de causas eficientes, no habría
causa eficiente primera y, por tanto, no habría efecto último, ni causa
eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces.
Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera.
4) Esta causa eficiente primera, que no es causada por ninguna otra, a
la que están subordinadas todas las demás causas; es decir, esta causa
eficiente incausada es llamada por todos Dios. Luego Dios existe.
1) Es evidente que hallamos en la naturaleza seres que pueden existir o
no existir, pues vemos seres que vienen a la existencia por generación y
seres que se destruyen por corrupción; es decir, seres que no tienen en
sí mismos la razón de su existencia, sino que están condicionados por
otros seres, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no
existan. Estos seres reciben el nombre de seres contingentes.
2) Ahora bien: es imposible que los seres contingentes hayan existido
siempre, ya que lo que tiene la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en
que no fue. Es decir, los seres contingentes, que tienen la posibilidad
de existir y de no existir, reciben la existencia, no por sí mismos,
sino por otro ser que ya existe. Así, pues, los seres contingentes son,
por esencia, efecto, seres que piden causa, seres que alguna vez han
comenzado a existir causados por otro.
Pero, como ya se demostró antes (segunda vía), es imposible y absurdo
que haya una serie infinita de seres contingentes, es decir, de causas
subordinadas, ya que es imposible que sólo existan efectos.
Por consiguiente, los seres contingentes exigen la existencia de un
ser que no haya comenzado a existir; un ser no causado, que exista por
sí mismo; un ser que ha existido siempre. A este ser se le llama ser
necesario.
3) Pero el ser necesario, o tiene la existencia por sí mismo, o la ha
recibido de otro ser necesario superior. En esta segunda hipótesis, si
el ser necesario ha recibido su existencia de otro ser necesario
superior, es imposible aceptar una serie indefinida de seres necesarios.
Es forzoso, por tanto, admitir la existencia de un ser necesario que
exista por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad,
sino que sea causa de los demás seres.
4) A este ser necesario, que no tiene la existencia recibida de otro,
sino que existe por sí mismo, en virtud de su propia naturaleza, es al
que todos llaman Dios. Luego Dios existe.
1) Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, más o menos
verdaderos y nobles que otros; y lo mismo ocurre con las diversas
cualidades. Así, por ejemplo, nadie duda que el hombre es más perfecto
que el animal; el animal, más perfecto que el vegetal; y éste más
perfecto que el mineral. Lo propio se ha de decir de la bondad, de la
verdad, de la nobleza y de otras perfecciones semejantes, las cuales
están realizadas en todos los seres según una diversidad de grados, en
virtud de la cual unos seres son más perfectos que otros.
2) Pero la diversidad de grados que se da en esas perfecciones, es
decir, las cosas más o menos buenas, más o menos verdaderas, más o menos
bellas, etc., suponen la existencia de lo máximo; están reclamando un
ser óptimo, verdaderísimo, bellísimo, etc. En otras palabras, esos
grados dc perfección son algo causado por otro, el cual, si posee esas
perfecciones en grado limitado, las tendrá, a su vez, causadas por otro.
3) Pero como es imposible admitir una serie infinita de causas
limitadas, causadas, en este proceso de ascensión, llegamos a una
primera causa en donde todas esas perfecciones se encuentran en grado
sumo y en toda su plenitud. Por lo tanto, ha de existir algo que sea
verísimo, nobilísimo, bellísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo,
pues lo que es verdad máxima es máxima entidad.
Ahora bien: quien tiene una perfección pura en grado máximo, o por
esencia, es causa de esta perfección en todos aquellos que la poseen en
grado inferior, o por participación. Además, no puede ser más que un
único ser, una única perfección subsistente en sí misma, una única
perfección en toda su plenitud y totalidad.
4) Por consiguiente, existe algo que es para todas las cosas causa de su
ser, de su bondad, de su belleza y de todas sus perfecciones, porque se
trata del Ser sumo, de la Verdad suma, de la suma Bondad; y a este ser
todos lo llamamos Dios. Luego Dios existe.
1) Vemos que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos
naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o
casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les
conviene, es decir, su plena evolución y desarrollo, o la conservación
de su especie, o el orden dinámico del cosmos, etc., por lo que se
comprende que no van a su fin obrando al azar, sin rumbo ni orientación,
sino intencionadamente.
2) Ahora bien: los seres que carecen de conocimiento no pueden tender a
sus respectivos fines si no los dirige un ser inteligente que conozca
dicho fin, a la manera como el arquero dirige la flecha.
3) Esta inteligencia ordenadora no puede estar ordenada por una serie
indefinida de inteligencias, sino que es preciso llegar a un ser
inteligente supremo, que consiste en su mismo acto de entender, un
entender infinito, subsistente y único; es decir, que es el origen y el
fundamento de todas las demás inteligencias que conocen y dirigen las
cosas carentes de conocimiento a sus propios fines.
4) Luego existe un Ser inteligente supremo que dirige todas las cosas
naturales a sus respectivos fines, y a este Ser lo llamamos Dios. Luego
Dios existe.
Junto a estas cinco pruebas también podemos llegar a constatar la
existencia de Dios aproximándonos a la realidad desde un fundamento
bíblico:
a) Conocimiento de Dios por medio de la creación
La Sagrada Escritura atestigua este principio: la razón humana puede
conocer a Dios por medio de la creación, pues las cosas creadas son
testimonio permanente de su Autor y llevan a su Conocimiento con alcance
universal.
En este sentido, en el Libro de la Sabiduría encontramos dos motivos por
los cuales el hombre puede alcanzar el conocimiento de Dios. Uno es la
belleza que hay en las criaturas: por la contemplación de las diversas
bellezas creadas, el hombre puede alcanzar el conocimiento de Aquel que
es la fuente de toda belleza, Dios, Belleza Suprema. El otro motivo es
el poder y la fuerza que existe en la naturaleza creada: las fuerzas de
la naturaleza son un reflejo de la Omnipotencia de Aquel a quien se
someten todas las potencias.
"Vanos son por naturaleza todos los hombres que ignoran a y no alcanzan a
conocer por los bienes visibles a Aquel-que-es, ni, atendiendo a las
obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire
ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del
cielo los consideraron como dioses, rectores del universo. Si, seducidos
por su belleza, los tuvieron como dioses, sepan cuánto les aventaja el
Señor de todos ellos, pues es el Autor mismo de la belleza quien los
creó. Y si se admiraron de su poder y de su fuerza, debieron deducir de
aquí cuánto más poderoso es su Creador; pues, de la grandeza y de la
belleza de las criaturas, se llega por razonamiento al claro
conocimiento de su Autor. Con todo, no merecen éstos tan grave
reprensión, pues tal vez caminan desorientados buscando a Dios y
queriéndole hallar. Ocupados en sus obras, se esfuerzan en conocerlas, y
se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se presentan a sus ojos!
Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables; porque, si llegaron a
adquirir tanta ciencia y fueron capaces de investigar el universo,
¿Cómo no llegaron más fácilmente a descubrir a su Señor?" (Sabiduría 13,
1-9).
Los grados de perfección que el hombre conoce en la naturaleza reflejan
la perfección absoluta de un Dios único y personal, al que todos los
hombres son llamados a adorar y a seguir.
"La cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e
injusticia de los hombres, que aprisionan la verdad en la injusticia;
pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se
lo manifestó. Porque las perfecciones invisibles de Dios, su poder
eterno y su divinidad, se han hecho visibles después de la creación del
mundo por el conocimiento que de ellas nos dan las criaturas, de forma
que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron
en vanos razonamientos, y su insensato corazón se llenó de tinieblas:
jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del
Dios incorruptible por una representación en forma de hombre
corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso, Dios los
entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que
deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de
Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del
Creador, que es bendito por los siglos. Amén". (Rom 1, 18-25; ver Hech
14, 14-18; 17, 22-30).
En esta carta, el Apóstol San Pablo enseña claramente que el que no
reconoce a Dios lo hace por opción libre, pues no se trata sólo de no
percibir lo invisible de Dios en las cosas visibles, sino de un cerrazón
del corazón que no quiere reconocer a Dios como Señor, y le niega el
dominio sobre el hombre y sobre las cosas. Así, el hombre se degrada, no
es capaz de reconocer su puesto en un mundo que se ha convertido en
desordenado y caótico, y no acierta a descubrir la dimensión divina que
aflora en todas las cosas.
Asimismo, en la Sagrada Escritura encontramos otro medio a través del
cual el hombre puede conocer a Dios: se trata de su conciencia, la cual
expresa tanto la existencia de Dios como la ley natural que Dios
escribió en el corazón de todo hombre.
"Cuando los gentiles, que no tienen Ley, cumplen las prescripciones de
la Ley guiados por la razón natural, sin tener Ley son para sí mismos
Ley -es decir, obran según su conciencia-. Y con esto muestran que los
preceptos de la Ley están escritos en sus corazones, siendo testigo su
conciencia con los juicios que, alternativamente, ya les acusan o bien
les defienden". (Rom 2. 14-15).
Los que no han recibido la Revelación de Dios conocen por su razón
natural los principios esenciales que informan la ley natural. En la
intimidad de su corazón, todo hombre tiene grabada una ley moral natural
que participa de la ley eterna de Dios.
Por último, podemos también llegar a demostrar la existencia de Dios desde la propia experiencia interior.
Hay muchas personas que no necesitan de esos argumentos antes señalados
para creer y amar a Dios, la experiencia interior de percibirse volcado
hacia algo eterno lo conduce hacia Aquel Único Eterno, Dios mismo que
toca el corazón para entrar en una infinita comunión de amor, en un
diálogo personal e intenso.
Es más, el mismo hecho de estar en mayor sintonía con el sello que con
su Imagen Dios ha marcado al hombre, lleva a la persona a acercarse a
Dios de manera natural, teniendo la convicción de la existencia de Dios
como la luz del día o las estrellas de la noche.. Justamente, como
imagen de Dios, el hombre conserva esa convicción divina no como algo
extraño y añadido por la presión de la cultura, sino como algo propio,
como el fundamento radical de su ser, como la luz que explica el
dinamismo de su vida, y como el amor en el que encuentra su plenitud.
Ejemplos en la historia de la Iglesia hay muchos, que al momento de ver
el propio interior se encuentran con Aquel que ilumina cada espacio del
propio ser.
Vemos esto en el testimonio de San Agustín: "Y he aquí que oigo de la
casa vecina una voz, no sé si de un niño o de una niña, que decía
cantando, y repetía muchas veces: ¡Toma, lee; toma, lee! Y al punto,
inmutado el semblante, me puse con toda atención a pensar, si acaso
habría alguna manera de juego, en que los niños usasen canturrear algo
parecido; y no recordaba haberlo jamás oído en parte alguna. Y reprimido
el ímpetu de las lágrimas, me levanté, interpretando que no otra cosa
se me mandaba de parte de Dios, sino que abriese el libro y leyese el
primer capítulo que encontrase. Porque había oído decir de Antonio, que
por la lección evangélica, a la cual llegó casualmente, había sido
amonestado, como si se dijese para él lo que se leía: "Ve, vende todo
cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; y
ven y sígueme" (Mt 19, 31); y con este oráculo, luego se convirtió a
Vos. Así que volví a toda prisa al lugar donde estaba sentado Alipio,
pues allí había puesto el códice del Apóstol al levantarme de allí; lo
arrebaté, lo abrí y leí en silencio el primer capítulo que se me vino a
los ojos: 'No en comilonas ni embriagueces; no en fornicaciones y
deshonestidades; no en rivalidad y envidia; sino vestíos de nuestro
Señor Jesucristo, y no hagáis caso de la carne para satisfacer sus
concupiscencias' (Rom 13, 13-14). No quise leer más, ni fue menester;
pues apenas leída esta sentencia, como si una luz de seguridad se
hubiera difundido en mi corazón. todas las tinieblas de la duda se
desvanecieron".
También, como testimonios más cercano a nuestra época, tenemos al
Cardenal Newman, que en su afán de profundizar en la vida interior, se
convierte al catolicismo por la oración y el estudio. Asimismo, está
Claudel que se siente conmovido en su espíritu al oír el canto del
Magníficat en una tarde de Navidad; y confiesa:
"Qué dichosas son las personas que creen! Pero... si fuera verdad... ¡Es
verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal
como yo! Me ama. Me llama".
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