Con su
testimonio el cristiano debe mostrar a los demás las mismas actitudes de Dios
cuando visita a su pueblo: la cercanía, la compasión, la capacidad de devolver
la esperanza. Lo afirmó el Papa Francisco durante la misa que celebró el martes
16 de septiembre.
«Dios ha
visitado a su pueblo» es una expresión «que se repite en la Escritura», hizo notar
inmediatamente el Pontífice refiriéndola al episodio evangélico de la
resurrección del hijo de la viuda de Naín relatado por Lucas (7, 11-17). Son
palabras que, precisó, tienen un «sentido especial», diverso de esas
expresiones como «Dios ha hablado a su pueblo» o «Dios ha dado los mandamientos
a su pueblo» o también «Dios ha enviado un profeta a su pueblo».
Al afirmar que
«Dios ha visitado a su pueblo», recalcó, «hay algo más, hay algo nuevo». Se la
encuentra en la Escritura,
por ejemplo, en relación con la vicisitud de Noemí, de la que —hizo notar el
Papa— se dice: «Dios la visitó en su vejez y la hizo abuela». Lo mismo, añadió,
«se dice de Isabel, la prima de María: Dios la ha visitado y la hizo madre».
Por lo tanto,
«cuando Dios visita a su pueblo, quiere decir que su presencia está allí de
manera especial». Y, destacó el Papa Francisco recordando el episodio de Naín,
«en este pasaje del Evangelio, donde se relata esta resurrección del muchacho,
hijo de la madre que era viuda, el pueblo dice esta frase: Dios nos ha
visitado».
¿Por qué usa
precisamente esta expresión? ¿Sólo porque Jesús —se preguntó el Pontífice— «ha
hecho un milagro?». En realidad hay «más». En efecto, la cuestión fundamental
es comprender «cómo visita Dios».
Dios, puso en
evidencia el obispo de Roma, visita «antes que nada con su presencia, con su
cercanía». En el pasaje evangélico propuesto por la liturgia «se dice que Jesús
iba de camino a una ciudad llamada Naín y caminaban con él sus discípulos y
mucho gentío». En esencia «era cercano a la gente: un Dios cercano que logra
entender el corazón de la gente, el corazón de su pueblo». Luego, relata Lucas,
«ve ese cortejo y se acerca». Por eso «Dios visita a su pueblo», está «en medio
de su pueblo, acercándose». La «cercanía es el modo de Dios».
Además, observó
nuevamente el Pontífice, «hay una expresión que se repite en la Biblia muchas veces: “El
Señor tuvo gran compasión”». Y es precisamente «la misma compasión que, dice el
Evangelio, tenía cuando vio a tanta gente como ovejas sin pastor». Es un hecho
entonces que, «cuando Dios visita a su pueblo, le está cercano, se le acerca y
siente compasión: se conmueve». Él «está profundamente conmovido como lo estuvo
ante la tumba de Lázaro». Y conmovido como el padre, en la parábola, cuando ve
volver a casa al hijo pródigo.
«Cercanía y
compasión: así el Señor visita a su pueblo» reafirmó el Papa Francisco. Y
«cuando queremos anunciar el Evangelio, llevar adelante la palabra de Jesús,
esta es la senda». En cambio, «la otra senda es la de los maestros, de los
predicadores del tiempo: los doctores de la ley, los escribas, los fariseos».
Personalidades «lejanas del pueblo», que «hablaban bien, enseñaban bien la
ley». Sin embargo, estaban «alejados». Y «esto no era una visita del Señor: era
otra cosa». Tanto que «el pueblo no sentía esto como una gracia, porque faltaba
la cercanía, faltaba la compasión, es decir, sufrir con el pueblo».
A la «cercanía»
y a la «compasión» el Papa añadió «otra palabra que es propia del Señor cuando
visita a su pueblo». Escribe Lucas: «El muerto se incorporó y empezó a hablar,
y Él —Jesús— se lo entregó a su madre». Así que, «cuando Dios visita a su
pueblo, devuelve al pueblo la esperanza. ¡Siempre!».
Al respecto el
Papa Francisco hizo notar que «se puede predicar brillantemente la palabra de
Dios» y «han habido en la historia tantos buenos predicadores: pero si estos
predicadores no lograron sembrar esperanza, esa predicación no sirve. Es
vanidad».
Precisamente la
imagen propuesta por el Evangelio de Lucas, sugirió el Pontífice, puede
hacernos entender a fondo «lo que significa una visita de Dios a su pueblo». Lo
comprendemos «mirando a Jesús en medio de ese gran gentío; mirando a Jesús que
se acerca a ese cortejo fúnebre, la madre que llora y Él que le dice “no
llores”, quizás la acarició; mirando a Jesús que devolvió el hijo vivo a su
mamá». Así, concluyó el Pontífice, podemos «pedir la gracia de que nuestro
testimonio de cristianos traiga la visita de Dios a su pueblo, es decir, de
cercanía que siembra la esperanza».
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