Hoy el rol de padre es mucho más activo que en épocas pasadas. Ahora padre y madre están igualmente involucrados en la educación de los hijos. Este hecho favorece la estabilidad física y emocional de los menores; sin embargo la perfección no existe, por eso, no está de más conocer ciertas claves recomendadas por el doctor Gerardo Castillo, pedagogo de la Universidad de Navarra, mismas que pueden ayudar a convertirse en un padre de 10.
- Comenzar desde pequeños. El padre debe contribuir a crear buenos hábitos en el niño: favorecer un ambiente familiar y seguro, evitar festejarle sus malas acciones y hablarle correctamente para que progrese en el lenguaje. Estos 3 factores facilitarán la evolución del bebé desde los primeros meses
- Ofrecer seguridad. Está claro que padre y madre deben complementarse y, aunque el bebé necesitará durante los primeros meses de la cercanía y ternura de su madre, el padre deberá aportarle seguridad y ayudarle a realizar ciertas tareas como jugar, leer y escribir.
- Conocer el arte de premiar. No hay que premiar todo lo que el niño hace bien ni limitarse a premios económicos o materiales. La clave radica en premiar más el esfuerzo que los resultados del mismo. Por ejemplo, una materia aprobada puede ser motivo de premio para un hijo, pero puede no serlo para u hermano más capacitado.
- No ser el único que castiga. Lo ideal es que tanto el padre como la madre se turnen a la hora de castigar para que ninguna de las 2 figuras sea más autoritaria que la otra.
- Su ejemplo a seguir. Crucial para los hijos es que vean en sus padres alguien a quien seguir e imitar, y eso sólo se consigue convirtiéndose en un modelo de conducta para ellos.
- Motivarles. El padre debe también fomentar la auto motivación del menor, ayudarle a descubrir motivos personales para estudiar, ayudar en casa, ser buen amigo.
- La autoridad es imprescindible. Esto no debe confundirse con el autoritarismo. No por ser el padre la figura masculina del hogar, debe convertirse en malo de la película, pues esta labor como todas, debe repartirse entre ambos progenitores.
- No ser excesivamente protectores. Acostumbrados a recibir ayudas innecesarias y a no tener que exigirse para conseguir lo que desean los niños carecen de hábitos de esfuerzo: esto les incapacita para afrontar por sí mismos cualquier problema. No se les prepara para la vida.
- Educar a cada hijo de forma distinta. Cada hijo tiene su forma de ser y sus características que le diferencian de los otros. Educar de la misma manera a los hijos es un error frecuente. Es necesario adecuarse a la edad, capacidades, personalidad de cada uno de ellos.
- No establecer expectativas poco realistas. No se debe engañar a los hijos. Puede que los padres piensen que sus hijos son los más inteligentes, los más guapos y los más divertidos, pero jamás se les debe crear expectativas que no estén a su alcance.
- No hacerles responsables antes de tiempo. A veces se quiere educar tan bien a los hijos que se les carga de responsabilidades incluso antes de que puedan asumirlas. Cada edad tiene sus pequeñas responsabilidades, por lo que los padres deben actuar en consonancia.
- No elegir a sus amigos. Precisamente si el padre peca de autoritario en este sentido, puede conseguir el efecto contrario y es probable que el hijo salga con las peores amistades.
- Pasar tiempo con ellos. Por muy "asfixiados" que los padres estén con sus obligaciones profesionales, deben encontrar tiempo para pasar un rato agradable y divertido con los hijos, tener una actitud positiva y no "desquitarse con ellos", serán condiciones indispensables para su felicidad.
- Comenzar desde pequeños. El padre debe contribuir a crear buenos hábitos en el niño: favorecer un ambiente familiar y seguro, evitar festejarle sus malas acciones y hablarle correctamente para que progrese en el lenguaje. Estos 3 factores facilitarán la evolución del bebé desde los primeros meses
- Ofrecer seguridad. Está claro que padre y madre deben complementarse y, aunque el bebé necesitará durante los primeros meses de la cercanía y ternura de su madre, el padre deberá aportarle seguridad y ayudarle a realizar ciertas tareas como jugar, leer y escribir.
- Conocer el arte de premiar. No hay que premiar todo lo que el niño hace bien ni limitarse a premios económicos o materiales. La clave radica en premiar más el esfuerzo que los resultados del mismo. Por ejemplo, una materia aprobada puede ser motivo de premio para un hijo, pero puede no serlo para u hermano más capacitado.
- No ser el único que castiga. Lo ideal es que tanto el padre como la madre se turnen a la hora de castigar para que ninguna de las 2 figuras sea más autoritaria que la otra.
- Su ejemplo a seguir. Crucial para los hijos es que vean en sus padres alguien a quien seguir e imitar, y eso sólo se consigue convirtiéndose en un modelo de conducta para ellos.
- Motivarles. El padre debe también fomentar la auto motivación del menor, ayudarle a descubrir motivos personales para estudiar, ayudar en casa, ser buen amigo.
- La autoridad es imprescindible. Esto no debe confundirse con el autoritarismo. No por ser el padre la figura masculina del hogar, debe convertirse en malo de la película, pues esta labor como todas, debe repartirse entre ambos progenitores.
- No ser excesivamente protectores. Acostumbrados a recibir ayudas innecesarias y a no tener que exigirse para conseguir lo que desean los niños carecen de hábitos de esfuerzo: esto les incapacita para afrontar por sí mismos cualquier problema. No se les prepara para la vida.
- Educar a cada hijo de forma distinta. Cada hijo tiene su forma de ser y sus características que le diferencian de los otros. Educar de la misma manera a los hijos es un error frecuente. Es necesario adecuarse a la edad, capacidades, personalidad de cada uno de ellos.
- No establecer expectativas poco realistas. No se debe engañar a los hijos. Puede que los padres piensen que sus hijos son los más inteligentes, los más guapos y los más divertidos, pero jamás se les debe crear expectativas que no estén a su alcance.
- No hacerles responsables antes de tiempo. A veces se quiere educar tan bien a los hijos que se les carga de responsabilidades incluso antes de que puedan asumirlas. Cada edad tiene sus pequeñas responsabilidades, por lo que los padres deben actuar en consonancia.
- No elegir a sus amigos. Precisamente si el padre peca de autoritario en este sentido, puede conseguir el efecto contrario y es probable que el hijo salga con las peores amistades.
- Pasar tiempo con ellos. Por muy "asfixiados" que los padres estén con sus obligaciones profesionales, deben encontrar tiempo para pasar un rato agradable y divertido con los hijos, tener una actitud positiva y no "desquitarse con ellos", serán condiciones indispensables para su felicidad.
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